miércoles, 20 de noviembre de 2019


Miguel Cobo Rosa (1949)


Miguel Cobo es un poeta nacido en Torreperogil (Jaén) y afincado en Córdoba desde hace muchos años. De ellos, bastantes los dedicó a la enseñanza, compaginándola con la poesía, con su amor por la palabra, que es su gran pasión. Tiene publicados tres libros de poesía (Riografía, 2008, Manual de isomnios, 2015 y Diario de un funambulista, 2019), en los que se percibe una pulcritud, una perfección y una claridad tales que a veces llega a dar la sensación de que es fácil escribir así. Y justamente conseguir eso es lo más difícil. Si queréis profundizar en su obra, aquí podéis hacerlo: http://riografia.blogspot.com/
En esta ocasión, y al acercarnos a la semana que dedicamos muy especialmente a recordar que aún está abierta la herida de muchas mujeres que sufren, traemos dos poemas hermosísimos dedicados a la soledad y al dolor que siente la mujer cuando es maltratada.

Si la palabra es grito

Si la palabra es grito,
cómo duele el silencio que le sigue.
Callada una vez más, ya solo esperas
esa caricia áspera del hombre que cree serlo
y el tango de los celos del desamor letal.

¿Qué dormitorio inhóspito desprotege tu insomnio?
¿Qué almohada humedecida entumece tu faz?
Un pasillo infinito de presentidos pasos
hace eterna la espera, estéril la esperanza.

La suavidad del tacto que recorría tu espalda
aquella primavera de promesas en flor,
el delicado encaje de tu vestido blanco,
las dulces melodías de la luna de miel…

De todo aquel pasado no te queda futuro
y aquella mano es garra y sus dedos cuchillos
que hieren tatuajes de tigres en tu piel.

Tu colección de lágrimas llena el álbum de boda
y un día serán noticia de triste actualidad.


Letanía obsesiva de una mujer que huye

huir de tus palabras de veneno
huir de tus promesas sin futuro
huir de una tormenta de cristales
huir de tus perfumes de hospitales


huir de tus ausencias en mi espera
huir de tu presencia inesperada
huir de tus alarmas repentinas
huir de tus llamadas lastimeras


huir de las agujas de tus dedos
huir de tus caricias como el hielo
huir de tus miradas de cuchillo
huir de tus horarios de regreso


huir de las sirenas de ambulancia
huir de tus abrazos de silencio
huir de tus inviernos en verano
huir de tus veranos en invierno


huir de tus desvelos en mi insomnio
huir de la saliva de tus besos
huir del frío acero de tus dientes
huir de los espejos de repente


huir de un día de fiesta sin palabras
huir de una semana en siete lunes
huir de unas pisadas tras mis pasos
huir de una amenaza sentenciada


huir de ayer de hoy y de mañana
huir del desayuno y de la cena
huir por las rendijas de la pena
huir atando sábanas de seda


huir de mí cuando te acercas tú
huir de ti cuando ya no soy yo
huir del suave tacto que me aprieta
huir del vaso que llené con llanto


huir sin más sentido que la huida
huir sin fuerza hasta caer rendida
huir con pies de plomo ya vencida
huir por esta calle sin salida

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