viernes, 28 de marzo de 2014

Día Mundial del Teatro

Manifiesto 2014

Donde quiera que haya sociedad humana, el irreprimible Espíritu de la Representación se manifiesta.

Bajo los árboles de pequeñas aldeas y sobre sofisticados escenarios en grandes metrópolis; en salones de actos de colegios y en campos y en templos; en suburbios, en plazas públicas, en centros cívicos y en los subsuelos de las ciudades, la gente se reúne en comunión en torno a los efímeros mundos teatrales que creamos para expresar nuestra complejidad humana, nuestra diversidad, nuestra vulnerabilidad, en carne y hueso, aliento y voz.

Nos reunimos para llorar y para recordar; para reír y contemplar; para aprender, afirmar e imaginar. Para maravillarnos ante la destreza técnica, y para encarnar dioses. Para dejarnos sin respiración ante nuestra capacidad de belleza, compasión y monstruosidad. Vamos para llenarnos de energía y poder. Para celebrar la riqueza de nuestras diferentes culturas, y para hacer desaparecer las barreras que nos dividen.

Donde quiera que haya sociedad humana, el irreprimible Espíritu de la Representación se manifiesta.

Nacido de la comunidad, lleva puestas las máscaras y vestimentas de nuestras distintas tradiciones. Utiliza nuestras lenguas, ritmos y gestos, y abre un espacio entre nosotros. Y nosotros, los artistas que trabajamos con este antiguo espíritu, nos sentimos impulsados a canalizarlo a través de nuestros corazones, nuestras ideas y nuestros cuerpos para revelar nuestras realidades en toda su cotidianeidad y su rutilante misterio. Pero en esta época en la que tantos millones de personas luchan por sobrevivir, sufren bajo regímenes opresivos y el capitalismo depredador, huyen del conflicto y la escasez; en la que nuestra privacidad es invadida por servicios secretos y nuestras palabras censuradas por gobiernos intrusivos; en la que se aniquilan los bosques, se exterminan especies y se envenenan los océanos: ¿qué nos sentimos impulsados a revelar?

En este mundo de poder desigual, en el que distintos órdenes hegemónicos intentan convencernos de que una nación, una raza, un género, una preferencia sexual, una religión, una ideología, un marco cultural es superior al resto, ¿se puede realmente defender la idea de que las artes deberían apartarse de las agendas sociales?

Nosotros, los artistas de escenarios y ágoras, ¿nos conformamos con las demandas asépticas del mercado, o utilizamos el poder que tenemos para abrir un espacio en los corazones y las mentes de la sociedad, para reunir gente a nuestro alrededor, para inspirar, maravillar e informar, y para crear un mundo de esperanza y colaboración sincera?
Brett Bailey

Brett Bailey es un dramaturgo Sudafricano, diseñador, director, realizador de instalaciones y director artístico del Third World Bunfight. Sus aclamadas obras iconoclastas, que interrogan las dinámicas del mundo post-colonial, incluyen Big DadaIpi Zombi, iMumbo Jumbo, MedEia y Orfeus. Sus instalaciones-performance incluyen Exhibits A&B. Sus obras se han representado en Europa, Australia y África y han ganado diversos premios, incluida una medalla de oro al diseño en la Cuatrienal de Praga (2007). Presidió el jurado de la Cuatrienal de Praga (2011), y fue jurado del concurso ‘Music Theatre Now’, del Instituto Internacional del Teatro en marzo de 2013.

domingo, 23 de marzo de 2014

Octavio Paz


Editorial de la Revista Quimera, oct. 1980.


La palabras

Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar en la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.

OCTAVIO PAZ (Ciudad de México, 1914- México D.F., 1998)


VER: Poemas de Octavio Paz

lunes, 17 de marzo de 2014

Eduardo García


 

Aforismos de Las islas sumergidas




Un extraño se embosca en el espejo. Sangre de tu sangre, tu enemigo.
En la asamblea del yo a menudo el presidente está de baja.
Nuestro nombre es un signo vacío. Cada persona con la que nos cruzamos despeja la variable a su manera. Nunca sabremos cuántos hombres designa nuestro nombre.
No confundir jamás la paz con el letargo. Que fluya nuestra calma hacia alta mar.
Los estériles aman las prohibiciones que ni saben ni pueden transgredir.
Para alzar el vuelo lo primero es perder el equilibrio.
La conciencia del ateo es el más cruel tribunal. Sin Dios no hay castigo. Pero tampoco perdón.
Hay canallas tan torpes que acaban por despertar nuestra ternura.
Los que todo lo quieren no reparan en bajas.
El chisme es la pálida chispa de placer con la que han de conformarse los castrados.
Escrutar, en el semblante del ancestro, los rasgos del primate. Y en el espejo al animal domesticado.
Allí donde triunfa la atroz oratoria de los bárbaros, el sabio parece balbucear.
Las parrillas de los medios son las partituras de las conversaciones.
España: ese simpático país en donde todos salen a la calle a celebrar una fiesta perpetua mientras ponen a refrescar en la nevera los cadáveres.
Quien nada afirma queda bien con todos. Pero en vano desenfunda las palabras.
La estadística es la ciencia de la distribución ilusoria de los dones.
Reconocemos la llegada del amor consumado cuando empezamos a sentir la inagotable locuacidad del silencio en compañía.
Los guardianes de la métrica olvidan que un reloj, aunque parezca latir a intervalos regulares, dista mucho de ser un corazón.
La filología es a la poesía lo que la filatelia al género epistolar.
Lectura y escritura: cita a ciegas donde uno solo comparece.
La más taimada traición del escritor, cuando reflexiona, es su habitual empeño en desterrar del discurso la primera persona del singular.
No hay qué ni cuándo si agoniza el para qué.
El sentido común es el lugar común organizado.
Allí donde la voz no alcanza el cuerpo toma la palabra.
Somos la estela de un sueño que la materia se empeña en despertar.
Bajo la superficie de las cosas, su reverso. Ir al encuentro de las islas sumergidas.


EDUARDO GARCÍA, de Las islas sumergidas, Cuadernos del Vigía (2014).

domingo, 9 de marzo de 2014

Miguel Hernández


Bombardeos de Alicante del 25 de mayo de 1938 (Víd.)


ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería).

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.


Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas


daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.


Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.


No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.


Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.


Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.


No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.


En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.


Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.


Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.


Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera


de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.


Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.


Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.


A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.


10 de enero de 1936

autógrafo

MIGUEL HERNÁNDEZ (Orihuela, 1910-Alicante, 1942)


VER:

jueves, 6 de marzo de 2014

Leopoldo María Panero




EL LOCO


He vivido entre los arrabales, pareciendo
un mono, he vivido en la alcantarilla
transportando las heces,
he vivido dos años en el Pueblo de las Moscas
y aprendido a nutrirme de lo que suelto.
Fui una culebra deslizándose
por la ruina del hombre, gritando
aforismos en pie sobre los muertos,
atravesando mares de carne desconocida
con mis logaritmos.
Y sólo pude pensar que de niño me secuestraron para una alucinante batalla
y que mis padres me sedujeron para
ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado a moverse a las larvas
sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír
cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
y decían con los ojos «fuera de la vida», o bien «no hay nada que pueda
ser menos todavía que tu alma», o bien «cómo te llamas»
y «qué oscuro es tu nombre».
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva.

LEOPOLDO MARÍA PANERO (Madrid, 1948- Las Palmas de Gran Canaria, 2014)

lunes, 3 de marzo de 2014

Jorge de Arco




LA PIEL DEL PARAÍSO

La dicha es el recuerdo de lo que no se tuvo,
de las palabras idas
en tardes de azoteas solitarias, sumido en la constancia
que vuelve una proeza la vida y su conjuro.
Ahora, cuando entretienes
los días de la nada bajo la certidumbre
de lo que fue deseo, memoria más feliz,
mar tan azul y en calma,
vas borrándole al tiempo las manchas del dolor,
las huellas de la lluvia
ligera entre los ojos.
El resplandor del mal ya no cabe en los párpados,
ni ese tránsito lábil
de las horas que aguardan el vértigo primero
del inmenso crepúsculo.
Sumido en el reflejo
que devuelven las luces tibias del corazón,
rota un día la voz que mordiera el pecado,
la voz de la venganza
queda el olvido mismo, los lugares soñados,
la piel del paraíso.


JORGE DE ARCO (Madrid, 1969). De fiebres y desiertos, 2000.