Aforismos de Las islas sumergidas
Un extraño se embosca en el espejo. Sangre de tu sangre, tu enemigo.
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En
la asamblea del yo a menudo el presidente está de baja.
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Nuestro
nombre es un signo vacío. Cada persona con la que nos cruzamos
despeja la variable a su manera. Nunca sabremos cuántos hombres
designa nuestro nombre.
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No
confundir jamás la paz con el letargo. Que fluya nuestra calma hacia
alta mar.
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Los
estériles aman las prohibiciones que ni saben ni pueden transgredir.
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Para
alzar el vuelo lo primero es perder el equilibrio.
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La
conciencia del ateo es el más cruel tribunal. Sin Dios no hay
castigo. Pero tampoco perdón.
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Hay
canallas tan torpes que acaban por despertar nuestra ternura.
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Los
que todo lo quieren no reparan en bajas.
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El
chisme es la pálida chispa de placer con la que han de conformarse
los castrados.
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Escrutar,
en el semblante del ancestro, los rasgos del primate. Y en el espejo
al animal domesticado.
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Allí
donde triunfa la atroz oratoria de los bárbaros, el sabio parece
balbucear.
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Las
parrillas de los medios son las partituras de las conversaciones.
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España:
ese simpático país en donde todos salen a la calle a celebrar una
fiesta perpetua mientras ponen a refrescar en la nevera los
cadáveres.
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Quien
nada afirma queda bien con todos. Pero en vano desenfunda las
palabras.
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La
estadística es la ciencia de la distribución ilusoria de los dones.
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Reconocemos
la llegada del amor consumado cuando empezamos a sentir la inagotable
locuacidad del silencio en compañía.
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Los
guardianes de la métrica olvidan que un reloj, aunque parezca latir
a intervalos regulares, dista mucho de ser un corazón.
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La
filología es a la poesía lo que la filatelia al género epistolar.
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Lectura
y escritura: cita a ciegas donde uno solo comparece.
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La
más taimada traición del escritor, cuando reflexiona, es su
habitual empeño en desterrar del discurso la primera persona del
singular.
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No
hay qué ni cuándo si agoniza el para qué.
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El
sentido común es el lugar común organizado.
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Allí
donde la voz no alcanza el cuerpo toma la palabra.
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Somos
la estela de un sueño que la materia se empeña en despertar.
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Bajo
la superficie de las cosas, su reverso. Ir al encuentro de las islas
sumergidas.
EDUARDO
GARCÍA, de Las islas sumergidas, Cuadernos del Vigía
(2014).
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