La Comunidad educativa del IES Blas Infante elige cada semana un poema. Tú puedes participar.
lunes, 29 de enero de 2018
lunes, 22 de enero de 2018
Primero de Enero
Octavio Paz.
Las puertas del año se abren,
como las del lenguaje,
hacia lo desconocido.
Anoche me dijiste:
mañana
habrá que trazar unos signos,
dibujar un paisaje, tejer una trama
sobre la doble página
del papel y del día.
Mañana habrá que inventar,
de nuevo,
la realidad de este mundo.
como las del lenguaje,
hacia lo desconocido.
Anoche me dijiste:
mañana
habrá que trazar unos signos,
dibujar un paisaje, tejer una trama
sobre la doble página
del papel y del día.
Mañana habrá que inventar,
de nuevo,
la realidad de este mundo.
Ya tarde abrí los ojos.
Por el segundo de un segundo
sentí lo que el azteca,
acechando
desde el peñón del promontorio,
por las rendijas de los horizontes,
el incierto regreso del tiempo.
Por el segundo de un segundo
sentí lo que el azteca,
acechando
desde el peñón del promontorio,
por las rendijas de los horizontes,
el incierto regreso del tiempo.
No, el año había regresado.
Llenaba todo el cuarto
y casi lo palpaban mis miradas.
El tiempo, sin nuestra ayuda,
había puesto,
en un orden idéntico al de ayer,
casas en la calle vacía,
nieve sobre las casas,
silencio sobre la nieve.
Llenaba todo el cuarto
y casi lo palpaban mis miradas.
El tiempo, sin nuestra ayuda,
había puesto,
en un orden idéntico al de ayer,
casas en la calle vacía,
nieve sobre las casas,
silencio sobre la nieve.
Tú estabas a mi lado,
aún dormida.
El día te había inventado
pero tú no aceptabas todavía
tu invención en este día.
Quizá tampoco la mía.
Tú estabas en otro día.
aún dormida.
El día te había inventado
pero tú no aceptabas todavía
tu invención en este día.
Quizá tampoco la mía.
Tú estabas en otro día.
Estabas a mi lado
y yo te veía, como nieve,
dormida entre las apariencias.
El tiempo sin nuestra ayuda,
inventa casas, calles, árboles,
mujeres dormidas.
y yo te veía, como nieve,
dormida entre las apariencias.
El tiempo sin nuestra ayuda,
inventa casas, calles, árboles,
mujeres dormidas.
Cuando abras los ojos
caminaremos, de nuevo,
entre las horas y sus invenciones
y al demorarnos en las apariencias
daremos fe del tiempo y sus conjugaciones.
Abriremos las puertas de este día,
entraremos en lo desconocido.
caminaremos, de nuevo,
entre las horas y sus invenciones
y al demorarnos en las apariencias
daremos fe del tiempo y sus conjugaciones.
Abriremos las puertas de este día,
entraremos en lo desconocido.
Octavio Irineo Paz Lozano (Ciudad de México, 31 de marzo de 1914-Ib., 19 de abril de 1998) fue un poeta, ensayista y diplomático mexicano, premio nobel de literatura en 1990. Se le considera uno de los más influyentes escritores del siglo XX y uno de los grandes poetas hispanos de todos los tiempos.
lunes, 15 de enero de 2018
Pablo García Baena. DEP.
Antología de textos
(1948- 2009)
Fue premio Príncipe de Asturias en 1984, Medallas de Oro de la Ciudad de Córdoba en el mismo año y de la Provincia de Málaga, veinte años más tarde, en 2004". Hijo Predilecto de Andalucía en 1988. Premio Andalucía de las Letras en 1992 y la XVII edición del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2008.
(1948- 2009)
Tentación en el aire
Sabía que vendrías a
hablarme
y no te huía,
demonio, ángel mío,
tentación en el aire.
Sabía que tus ojos
ahogarían mis ojos
cansados ya de largos
horizontes de hastío
y de copiar tranquilos
paisajes de remanso.
Antes de verte,
lejos, te adiviné en mi alma,
como algún fauno
joven que con flauta báquica
avivara en mi carne
un fuego leve,
quieto,
amenazado casi de
apagarse algún día,
rodeado de hielos,
engaños de mí mismo.
Al escuchar mi oído
la brisa de tus voces,
ángel mío, demonio,
tentación en el aire,
aquel día que el
cielo brillaba y era agosto
sentí en mi alma un
roce de blandas plumas blancas
como si frescas alas
me nacieran de pronto,
y mi ser se llenara
de pájaros cantores.
En silencio, callado,
yo te entregué mi alma,
aquella que había
sido espada victoriosa,
que había decapitado
todas las tentaciones
a ti, mi ángel malo,
te la entregué sin lucha,
y tú con tu sonrisa,
¡oh tu risa que hiere!
arrancaste de mí los
altivos laureles
y casi sin mirarlos,
despreciaste a aquel
que alargando la mano
te los daba vencidos..
Por seguir tus
caminos
dejé en un lado a
Cristo,
tentación en el aire,
ángel mío, demonio:
deserté de las
blancas banderas del ensueño
para seguir,
descalzo, tus huellas que manchaban.
Abandoné los quietos
pensativos cipreses
levantados al cielo,
místicos del paisaje,
para pisar el polvo y
las ruines hierbas
que ocultan con sus
verdes el agua cenagosa.
Robaste de mi cielo
las piadosas estrellas,
aquellas que eran tenue revuelo de cristales
caído del regazo
virginal de la tarde,
y sólo me dejaste a
la impúdica Venus,
brillante de lujuria,
y al ciego Amor,
el falso, el
inconstante, el loco,
el que adorna su
frente, no con la eterna yedra
sino con la guirnalda
de los mirtos lascivos
y las rosas de un
día;
aquel que con sus
risas ha trastornado al mundo
sin ver nunca si el
dardo que alegremente arroja
hiere sólo la carne o
llega al hondo espíritu
hasta hundirlo en la
muerte o la locura acaso.
Quisiera ser la rota
columna decadente,
aquel ángel mancebo
perfecto entre sus bucles,
o mejor, el Apolo que
ayer recibió culto
y que hoy sepultado
bajo la tierra espera
el día de volver a las
nubes olímpicas,
mientras que las
raíces se enroscan a su cuerpo
—a la gracia del niño
tan sólo comparable
y a las sencillas
flores de los valles idílicos—
como viejas y oscuras
serpientes milenarias.
Todo lo que a tu
alma, tentación en el aire,
demonio, ángel mío,
arranca de su frío
quisiera ser, y
humilde ofrecértelo todo,
para que ya pasado un
momento de fuego
me despreciara más tu
cruda indiferencia;
pero en ti hay algo
que es mío y no lo sabes,
algo que entró de mí
a pesar de ti mismo,
y es esa indiferencia
que te hiela los labios
a la que yo amo más
que a la amable sonrisa
que no pasa del rostro.
¿Qué sabes tú de
esto, ángel mío,
demonio, tentación
del aire? Del helado placer
de sentir el
desprecio, y del llorar alegre,
¿Qué sabes tú, qué
sabes?
Aunque me hayas
quitado a Cristo, el que perdona,
el comprensivo, el
dulce, el manso Jesucristo,
un día volveré al
alba, ya cansado,
con mis descalzos
pies sangrantes de la senda
y lloraré las
lágrimas, las que tú no ves nunca,
hasta borrar el
último recuerdo del pecado.
Pablo García Baena ha fallecido hoy. DEP.
Estudió Bellas Artes. En 1947 fundó, junto a Ricardo Molina, Juan Bernier y Julio Aumente, la revista «Cántico», punto de encuentro de un grupo de escritores andaluces que reivindicaba una mayor exigencia estética y enlazaba con la poesía del 27.
Su obra, antes casi olvidada, fue rescatada por un grupo de poetas de la promoción del 70. Se destacan los títulos "Rumor oculto" 1946, "Mientras cantan los pájaros" 1948, "Antiguo muchacho" 1950, "Junio" 1957, "Prehistoria" 1994, "Poniente" 1995, "En la quietud del tiempo" en 2002 y "Los Campos Elíseos" en 2006. En prosa, ha escrito, entre otras, "Lectivo" 1983, "El retablo de las cofradías" 1985 y "Zahorí Picasso" 1999.Fue premio Príncipe de Asturias en 1984, Medallas de Oro de la Ciudad de Córdoba en el mismo año y de la Provincia de Málaga, veinte años más tarde, en 2004". Hijo Predilecto de Andalucía en 1988. Premio Andalucía de las Letras en 1992 y la XVII edición del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2008.
lunes, 8 de enero de 2018
Gioconda Belli
IES BLAS INFANTE.
*Dedicado a nuestras compañeras Fina y Loles especialmente. A todas.
Y Dios me hizo mujer
Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
-
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
codo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
-
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo
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