sábado, 21 de febrero de 2015

Isabel Pérez Montalbán


Imagen de la barriada de las Tres Mil Viviendas de Sevilla (2013) 


ESCALA CROMÁTICA DE LAS 3000 VIVIENDAS

Sevilla tiene un color especial,
un grito expresionista sobre asfalto:
abstracción alcohólica de añiles,
goterones de Pollock, oro en torre,
la pasión rojo sol, lágrimas vino
sobre lienzo y turquesa el oleaje
de la heroína rompiendo en las venas.
Demasiada pintura para nichos baratos.
Pero Sevilla tiene tantas vírgenes
y cristos milagrosos que abril se pone verde,
morado en las ojeras, sastrería marengo,
y el duende de Isla Mágica atasca tuberías
con su polvo de estrellas por doquier.
La asistencia social, que no da abasto,
agentes de la ley, municipales,
custodian a los santos y fichan horas extras
capturando camellos para la cabalgata,
pues pronto llega enero con todo su gris perla.

En el barrio los chicos van a clase
de tirones de bolso, de envolver papelinas,
de atletismo en carreras medio fondo,
al galope en caballo de negro rocinante,
equitación de urgencia y tiro al blanco.
De noche, en catequesis, aprenden a rezar
cuando llega la pasma o padecen un síndrome
amarillo de fiebre y labios lila.
Rezan, roban y rezan, monaguillos
de arrabal y tatuaje, su oración carcelaria:
Bendice nuestra moto laboral,
no adulteres el chute, azucara el limón,
que no sufra la madre, chocolate con leche,
que la pasma no llegue por sorpresa,
que mañana el bordillo no exista, ora pro nobis.
Consagra el trapicheo y el carmín
de los besos en buena última dosis.
Bendice el polvo nuestro, pan y alpiste,
y alivia la ira santa color naranja sangre.



ISABEL PÉREZ MONTALBÁN,   Animal ma non troppo, Crecida, 2008.