El espantapájaros, de Maruja Mallo (1929)
LA
PRIMERA ASCENSION DE MARUJA MALLO AL SUBSUELO
Tú,
tú
que bajas a las cloacas donde las flores más flores son ya unos
tristes salivazos sin sueños
y
mueres por las alcantarillas que desembocan a las verbenas desiertas
para
resucitar al filo de una piedra mordida por un hongo estancado,
dime
por qué las lluvias pudren las horas y las maderas.
Aclárame
esta duda que tengo sobre los paisajes.
Despiértame.
Hace
ya 100.000 siglos que pienso en que tú eres más tú cuando te
acuerdas del barro
y
una teja aturdida se deshace contra tus pies para predecir otra
muerte.
El
espanto que suben esos ojos deformados por las aguas que envenenan al
ciervo fugitivo
es
la única razón que expone mi esqueleto para pulverizarse junto al
tuyo.
Una
luz corrompida te ayudará a sentir los más bellos excrementos del
mundo.
Periódicos
estampados de manos que perdieron su nitidez en el aceite desgarran
hoy el viento
y
los charcos de grasa solicitan tus ojos desde los asfaltos
reblandecidos.
Aceras
espolvoreadas de azufre aclaman por el alivio de una huella
para
que se agiten de envidia esos vidrios helados que se abandonan a los
terrenos intransitables.
Emplearé
todo el resto de mi vida en contemplar el suelo seriamente
ahora
que ya nos importan cada vez menos las hadas,
ahora
que ya las luces más complacientes estrangulan de un golpe las
primeras sonrisas de los niños
y
exaltan a puntapiés el arrullo de las palomas
y
abofetean el árbol que se cree imprescindible para el
embellecimiento
de un idilio o de una finca.
Mira
siempre hacia abajo.
Nada
se te ha perdido en el cielo.
El
último ruiseñor es el muelle mohoso de un sofá muerto.
Desde
los pantanos, ¿quién no te ve ascender sobre un fijo oleaje de
escorias,
contra
un viso de tablones pelados y boñigas de toros,
hacia
un sueño fecal de golondrina?
RAFAEL ALBERTI (1902 – 1998), Gaceta Literaria, 1 julio 1929.
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