martes, 15 de diciembre de 2015

Álvaro Arrans Almansa



Noche, no había otra cosa. Demasiado tiempo pasó sobre ese puñado de arena y tierra al que llamaban carretera comarcal. Ella lo sabía. Estaba allí, esperando algo que parecía no llegar, en una lúgubre marquesina.

Tan vieja como la carretera era la bombilla que pendía del techo, que le guiñaba pequeños momentos de oscuridad. Cuando no lo hacía, miraba a la maleta. Su gran maleta, vestida con pegatinas de todos los lugares en los que habían estado.

El silencio era agobiante y sólo se quebraba con el paso de algún vehículo. Los grillos ponían la banda sonora mientras les observaban desde las más recónditas ramas. A ella y a su maleta.

Reinaba una tranquilidad desoladora. No se veían, pero sí se oían los sufrimientos callados, los deseos reprimidos y los pensamientos ocultos de todo el mundo. Todos iban a parar allí, a ese cementerio de sueños donde las heridas no cicatrizaron jamás.


ÁLVARO ARRANS ALMANSA (Córdoba, 1998). 2º Bach. D

jueves, 3 de diciembre de 2015

Goethe





EL TROVADOR




¿Qué acento afuera del portal resuena?
¿Qué rumor de la fuente el aire agita?
Dejad que el canto que el espacio llena
en la real estancia se repita.
A la voz de su rey, que así lo ordena,
el paje a obedecer se precipita,
y cuando vuelve, dice el soberano,
haced entrar al trovador anciano.

¡Salud! hidalgos y gentiles hombres,
¡Salud! señoras de belleza rara,
de tanta estrella, ¿quién sabrá los nombres?
¿Quién se atreve a mirarlas cara a cara?
Humilde corazón no aquí te asombres
ante esplendor y pompa tan preclara,
y ciérrense mis ojos que para ellos
no han de ser espectáculos tan bellos.

Cierra los ojos y del arpa brota
bajo su mano, excelsa melodía
que con el canto confundida flota
en raudal de purísima armonía.





Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), De Elegías romanas (1785).



Traducción: Ciudadseva.com

domingo, 22 de noviembre de 2015

Ana Villa


Cartel de la película Mary and Max (2009), de Adam Elliot. Foto J. L.A.


Perdida

Primer latido...
La niebla, mi única compañía, en la plaza empedrada
junto con el piqueteo del agua de la fuente
que fluye perezosa
marcando el ritmo de esta madrugada.
Una pequeña figura
se adivina tras la débil muralla acuosa
que nos separa.

Segundo latido...
La sombra adivinada pasa
del boceto trazado en el reflejo de la fuente
a una claridad definida por ojos pardos y redondos
y una larga trenza caramelo.

Tercer latido...
En su vestido blanco, como una estrella inocente
que curiosea en la Tierra, camina
con la calma propia del arco iris que aparece tras la tormenta.

Cuarto latido...
Nos detenemos una frente a la otra,
sus ojos me dicen que no está perdida, sabe a lo que ha venido.
Soy yo la que deambulo por la ciudad, por mi cuerpo, por mi alma
sin objetivo ni conocimiento alguno.

Quinto latido...
No puedo apartar su mirada, me ahogo en sus ojos
y en ese punto helado en el que mis pulmones se inundan,
empiezo a respirar, a recordar, a vivir.
Con cada bocanada de vida que tomo, un recuerdo emerge
de las profundidades de mi corazón y brota aquel sentimiento.

Sexto latido...
Safari en la bañera con Lucía y nuestras fieras de goma,
abrazos de mi amigo José que nunca quería que terminasen,
el primer bizcocho que hicimos mi hermana y yo en la cocina
donde pareció haber nevado, según Mamá...

Séptimo latido...
Y al final de todos esos recuerdos está ella esperándome,
con los brazos extendidos.
¡Cómo la había echado de menos y cómo la quiero!
No volveré a dejarla sola, no se lo merece, la una sin la otra no somos nada.
La abrazo para que me perdone, para que sepa que no es igual sin ella.
Ella lo entiende, lo sabe y me dice con una sonrisa
que siempre ha estado esperándome, que sabía que volvería,
porque la esencia de mi corazón era ella, mi alegría.



ANA VILLA ZAMORANO (Córdoba, 1998).  2º Bach. D

domingo, 15 de noviembre de 2015

Paul Verlaine


Gustave Moreau, Orphée (1865). Museo d´Orsay, París.


                    III



                            Il pleut doucement sur la ville.
                                                   (Arthur Rimbaud)


Il pleure dans mon cœur
Comme il pleut sur la ville,
Quelle est cette langueur
Qui pénètre mon cœur?

Ô bruit doux de la pluie
Par terre et sur les toits!
Pour un cœur qui s’ennuie,
Ô le chant de la pluie!

Il pleure sans raison
Dans ce cœur qui s’écœure.
Quoi! nulle trahison?
Ce deuil est sans raison.

C’est bien la pire peine
De ne savoir pourquoi,
Sans amour et sans haine,
Mon cœur a tant de peine !





PAUL VERLAINE (1844-1896), De Romances sans paroles (1874).



domingo, 25 de octubre de 2015

Miguel de Cervantes


Yelmo de las tropas españolas (s. XVII)

Si yo no me guardo



Madre, la mi madre
guardas me ponéis
que si yo no me guardo
no me guardaréis.


Dicen que está escrito,
y con gran razón,
ser la privación
causa de apetito:
crece en infinito
encerrado amor;
por eso no merece
que no me encerréis,
que si yo no me guardo,
no me guardaréis.


Si la voluntad
por sí no se guarda,
no la harán la guarda
miedo o calidad;
romperá en verdad
por la misma muerte,
hasta hallar la suerte
que vos no entendéis.
Que si yo no me guardo,
no me guardaréis.


Quien tiene costumbre
de ser amorosa,
como mariposa
se irá tras su lumbre,
aunque muchedumbre
de guardas le pongan,
y aunque más propongan
de hacer lo que hacéis,
que si yo no me guardo,
no me guardaréis.


Es de tal manera
la fuerza amorosa,
que a la más hermosa
la vuelve en quimera:
el pecho de cera,
de fuego la gana,
las manos de lana,
de fieltro los pies.
Que si yo no me guardo,
mal me guardaréis.



MIGUEL DE CERVANTES (1547-1616). De El celoso extremeño (1613) , coplas cantadas por Loaysa.


domingo, 4 de octubre de 2015

Jack Kerouac


Portada de la novela On the road (1968), de Jack Kerouac


ALGUNOS HAIKUS OCCIDENTALES


Brazos abrazados
a la luna,
Entre las vacas. 




Elefantes ronzando
sobre la yerba — amando
Cabezas juntas.



Perfecta noche de luna
estropeada
Por disputas familiares.



Pájaros cantando
en la oscuridad
— Amanecer lluvioso.



Fallando la patada
a la puerta de la nevera
Cerrada en cualquier caso.



Este atardecer de Julio
una enorme rana
En el umbral de mi puerta.




Llega la tarde —
la joven oficinista
Se suelta el pañuelo.



¿Diré que no?
— mosca frotándose
Las patas traseras.



Doblándose contra
la pared, las flores
Estornudan.



Barbo luchando por su vida,
y venciendo,
Salpicándonos a todos.



Profunda la amarilla
luna encima de la
Tranquila casa encendida.



Signo descorazonador
— la pescadería
Está cerrada.



Desplegando hasta el candado,
las puertas del garaje
A mediodía.



La luna,
la estrella fugaz
— Mira hacia otra parte.



Y el gato tranquilo
sentado junto a Correos
Percibe la luna.



El sabor
de la lluvia
— ¿Por qué arrodillarse?



La lluvia ha llenado
el baño del pájaro
Otra vez, casi.



Esos pájaros colocados
allí fuera en la barandilla —
Todos van a morir.



En mi armario de medicinas,
las moscas del invierno
Han muerto de vejez.



La luna tuvo
un bigote de gato
Durante un segundo.



Las suelas de mis zapatos
están mojadas
De caminar en la lluvia.



Noviembre — qué nasal
la borracha
Voz del cobrador.



Un gran copo guseo
de nieve
Cayendo totalmente solo.



Juju reza sobre el
manu
al de zen:
Mis rodillas están frías.



Inútil, inútil
el aguacero
Entrando en el mar.



En verano la silla
se balancea sola
En la ventisca. 



JACK KEROUAC (Lowell, Massachussetts, 1922- St. Petersburg, Florida, 1969). 

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viernes, 2 de octubre de 2015

Luis Alberto de Cuenca


Imagen aparecida en el blog: https://sergioagutierrez.wordpress.com


SONETO DEL AMOR DE OSCURO


La otra noche, después de la movida,
en la mesa de siempre me encontraste
y, sin mediar palabra, me quitaste
no sé si la cartera o si la vida.

Recuerdo la emoción de tu venida
y, luego, nada más. ¡Dulce contraste,
recordar el amor que me dejaste
y olvidar el tamaño de la herida!

Muerto o vivo, si quieres más dinero,
date una vuelta por la lencería
y salpica tu piel de seda oscura.

Que voy a regalarte el mundo entero
si me asaltas de negro, vida mía,
y me invaden tu noche y tu locura.




LUIS ALBERO DE CUENCA (Madrid, 1950). De El otro sueño, 1987. 

Premio Nacional de Poesía 2015.