Imagen de la barriada de las Tres Mil Viviendas de Sevilla (2013)
ESCALA CROMÁTICA DE LAS 3000 VIVIENDAS
Sevilla
tiene un color especial,
un
grito expresionista sobre asfalto:
abstracción
alcohólica de añiles,
goterones
de Pollock, oro en torre,
la
pasión rojo sol, lágrimas vino
sobre
lienzo y turquesa el oleaje
de
la heroína rompiendo en las venas.
Demasiada
pintura para nichos baratos.
Pero
Sevilla tiene tantas vírgenes
y
cristos milagrosos que abril se pone verde,
morado
en las ojeras, sastrería marengo,
y
el duende de Isla Mágica atasca tuberías
con
su polvo de estrellas por doquier.
La
asistencia social, que no da abasto,
agentes
de la ley, municipales,
custodian
a los santos y fichan horas extras
capturando
camellos para la cabalgata,
pues
pronto llega enero con todo su gris perla.
En
el barrio los chicos van a clase
de
tirones de bolso, de envolver papelinas,
de
atletismo en carreras medio fondo,
al
galope en caballo de negro rocinante,
equitación
de urgencia y tiro al blanco.
De
noche, en catequesis, aprenden a rezar
cuando
llega la pasma o padecen un síndrome
amarillo
de fiebre y labios lila.
Rezan,
roban y rezan, monaguillos
de
arrabal y tatuaje, su oración carcelaria:
Bendice
nuestra moto laboral,
no
adulteres el chute, azucara el limón,
que
no sufra la madre, chocolate con leche,
que
la pasma no llegue por sorpresa,
que
mañana el bordillo no exista, ora
pro nobis.
Consagra
el trapicheo y el carmín
de
los besos en buena última dosis.
Bendice
el polvo nuestro, pan y alpiste,
y
alivia la ira santa color naranja sangre.
ISABEL
PÉREZ MONTALBÁN, Animal
ma non troppo,
Crecida, 2008.
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