Portada de Ocnos, de Luis Cernuda. Renacimiento, Sevilla, 2014.
EL
MAESTRO
Lo
fue mío en clase de retórica, y era bajo, rechoncho, con gafas
idénticas a las que lleva Schubert en sus retratos, avanzando por
los claustros a un paso corto y pausado, breviario en mano o
descansada ésta en los bolsillos del manteo, el bonete derribado
bien atrás sobre la cabeza grande, de pelo gris y fuerte. Casi
siempre silencioso, o si emparejado con otro profesor acompasando la
voz, que tenía un tanto recia y campanuda, las más de las veces
solo en su celda, donde había algunos libros profanos mezclados a
los religiosos, y desde la cual veía en primavera cubrirse de hoja
verde y fruto oscuro un moral que escalaba la pared del patinillo
lóbrego adonde abría su ventana.
Un día intentó en clase leernos unos versos, trasluciendo su voz el entusiasmo emocionado, y debió serle duro comprender las burlas, veladas primero, descubiertas y malignas después, de los alumnos —porque admiraba la poesía y su arte, con resabio académico como es natural. Fue él quien intentó hacerme recitar alguna vez, aunque un pudor más fuerte que mi complacencia enfriaba mi elocución; él quien me hizo escribir mis primeros versos, corrigiéndolos luego y dándome como precepto estético el que en mis temas literarios hubiera siempre un asidero plástico.
Me
puso a la cabeza de la clase, distinción que ya tempranamente
comencé a pagar con cierta impopularidad entre mis compañeros, y
antes de los exámenes, como comprendiese mi timidez y desconfianza
en mí mismo, me dijo: «Ve a la capilla y reza. Eso te dará valor».
Ya
en la universidad, egoístamente, dejé de frecuentarlo. Una mañana
de otoño áureo y hondo, en mi camino hacia la temprana clase
primera, vi un pobre entierro solitario doblar la esquina, el muro de
ladrillos rojos, por mí olvidado, del colegio: era el suyo. Fue el
corazón quien sin aprenderlo de otros me lo dijo. Debió morir solo.
No sé si pudo sostener en algo los últimos días de su vida.
LUIS
CERNUDA
(Sevilla,
1902-
Ciudad
de México, 1963).
Ocnos,
Londres,
The Dolphin, 1942.
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